sábado, 2 de junio de 2007

Greebo-man: A falta de imágen, buenas son palabras.

He pensado mucho en si colgar este post en el Gatoblog o en el Harén.

Definitivamente, me ha parecido más apropiado hacerlo aquí, es más lógico, puesto que la situación que os voy a mostrar básicamente hace desatarse las feromonas, más que el instinto “maternal-gatuno”...

Terry Pratchett es uno de mis escritores favoritos, y su serie sobre las Brujas de Lancre, mi preferida. En ella, una de las brujas, Gytha/Tata Ogg, tiene un gato llamado Greebo. Un gato salido del mismísimo infierno, según Tata. Es de pelaje gris, tiene un ojo amarillo verdoso y el otro blanco perlado...Las orejas están recortadas como el borde de un sello por sus innumerables peleas ...

“ Para Tata Ogg, Greebo seguía siendo aquel gatito tan mono que perseguía ovillos de lana por el suelo. Para el resto del mundo era un gigantesco gato macho, un paquete de fuerzas vitales increíblemente destructivas, (...) como cuestión de orgullo felino, intentaba pelear o violar absolutamente a cualquier cosa igual o menor que un carro tirado por cuatro caballos (...)

El caso es que en “Brujas de Viaje”, en una situación muy extrema, las brujas se ven obligadas a transformar a Greebo en humano para que las ayude a detener un carruaje en el que viaja una joven “cenicienta” que va al baile y no debe ir; éste es el resultado:

(ahora entenderéis por qué lo he colgado aquí; eso sí, usad vuestra imaginación, que es la mejor arma, ya que las imágenes disponibles no hacen justicia a lo relatado...)


“Tata retrocedión un paso. Greebo, consciente de que esperaban algo de él, se incorporó. (...) Como bien sabía Lily, cambiar de forma un objeto es de las magias más difíciles que existen. Pero es mucho más sencillo si el objeto está vivo. Al fin y al cabo, una cosa viva ya sabe qué forma tiene. Lo único que hace falta es hacer que cambie de opinión. Greebo bostezó y se estiró. Y para su propia sorpresa, se siguió estirando. Por todos los senderos de su cerebro felino corrió una oleada de credulidad. De repente, creyó que era humano. No era sencillamente que le pareciera que era humano. Lo creía implícitamente. (...) Surgieron en él nuevas instrucciones.

Si era humano no necesitaba todo aquel pelo. Además, tenía que ser más grande...

Las brujas observaron fascinadas.

- No creía que pudiéramos hacerlo- dijo Yaya.

...Las orejas no tenían que ser puntiagudas, llevaba los bigotes demasiado largos...

...necesitaba más músculos, los huesos debían tener formas diferentes, estas patas tenían que ser más largas... Y pronto todo terminó.

Greebo se irguió en toda su estatura, algo inseguro.

Tata se lo quedó mirando boquiabierta.

Luego bajó la vista.

-Cielos-dijo.

-Creo- se apresuró a intervenir Yaya Ceravieja- que será mejor que nos lo imaginemos con un poco de ropa, y ahora mismo.

Eso era bastante sencillo. Y cuando Greebo estuvo satisfactoriamente vestido, Yaya asintió y dió un paso hacia atrás.

-Ya puedes abrir los ojos, Magrat-dijo.

-No los tenía cerrados.

-Pues deberías.

Greebo se giró lentamente, con una sonrisa esbozada, perezosa, en su rostro surcado de cicatrices. Como humano, tenía la nariz rota, y un parche le tapaba el ojo inútil. Pero el otro brillaba como los pecados de los ángeles, y su sonrisa era la caída de los santos. Al menos, de las santas.

Quizá fueran las feromonas, o la manera en que sus músculos se enroscaban bajo la piel negra como el cuero. Greebo proyectaba un aura de diabólica sexualidad que sólo se podía medir en megavatios. Tan sólo con mirarlo, ya se oían aleteos oscuros en la noche escarlata.

-Eh...Greebo...-empezó Tata.

Él abrió la boca. Los incisivos centellearon.

- Grrrrlll...-dijo.

-¿Me entiendes?

- Ssssi, Tataaaa.

Tata Ogg se apoyó contra la pared para impedir que le temblaran las piernas.(...)

(...)Tata se abanicó con el sombrero.

-Uuuuuuffff...-dijo-. Y yo que me pasaba horas rascándole la barriguita...ahora sí que no me extraña lo que gritan las gatas por la noche. (...)”


“(...)La consciencia que palpitaba entre las dos entidades (del cochero del carruaje, que era un ratón transformado en hombre, como en el cuento de Cenicienta) veía, o bien a un gato sonriente, o a un matón tuerto y musculoso de metro ochenta.

El cocherorratón se desmayó. Greebo le dió unos cuantos golpecitos por si acaso se movía...

-Despierta, ratoncito...

...Y luego perdió todo el interés.

La puerta del carruaje se sacudió y por fin se abrió.

-¿Que pasa aquí?- preguntó Enta (que es la joven y bella “cenicienta”)

- ¡Grrrlllll!

La bota de Tata Ogg acertó a Greebo en el cogote.

-Ah, no, muchachito, ni hablar-dijo.

-Quierooooo- refunfuñó Greebo.

-Eso es lo malo, que siempre quieres- le regañó Tata. (...)”


“(...) otra figura recorrió en silencio la alfombra roja. Vestía como un pirata que acabara de abordar un barco con un cargamento de cuero negro para el cliente selectivo. Llevaba el ojo cubierto por un parche. El otro brillaba como una esmeralda malévola. Y nadie tan corpulento tenía derecho a caminar de manera tan silenciosa.”


“(...)Se sirvió un vaso de ron, y estaba a punto de coger la cuchara cuando presintió que alguien la observaba.

Era un hombre corpulento, con un traje de cuero negro, que la miraba desde el quicio de la puerta. Levaba una máscara (del baile de máscaras) de gato en la mano.

La suya era una mirada directa. La señora Pleasant (cocinera del castillo) se descubrió a sí misma deseando haberse arreglado un poco el pelo, y llevar un vestido mejor.(...)

La señora Pleasant siguió cenando. Pese al hecho de que un joven corpulento acababa de comerse un cuenco de cabezas de pescado, antes de beber a lametones un plato de leche, pese a que ese mismo jóven estuviera incómodamente tumbado ante el fuego, se dió cuenta de que no sentía el menor miedo. De echo, tenía que contenerse para no rascarle la barriguita.”


“(...)Los guardias se acercaron.

En aquel momento, una forma alta, negra, saltó sin ruido desde el muro situado tras ellos.

-Ahí está- sonrió Tata-.Ya os dije que no iría muy lejos sin su mamaíta, ¿a que sí?

Uno o dos de los guardias se dieron cuenta de que la anciana miraba con orgullo hacia un punto situado tras ellos, y se volvieron.

Por lo que a ellos respectaba, lo que tenían enfrente era un hombre alto, de hombros anchos, con una malena negra, un parche en el ojo y una sonrisa muy amplia.

Estaba allí, de pie, con los brazos cruzados en gesto desdeñoso.

Aguardó hasta que contó con toda la atención de los guardias. Después, Greebo separó los labios muy despacio.

Muchos de los hombres dieron un paso atrás.

-¿Por qué nos preocupamos?-dijo uno de ellos-.No es como si tuviera arm...

Greebo alzó una mano.

Las garras no hacen ruido cuando salen a la luz, pero deberían hacerlo. Deberían hacer un ruido como “tzing”.

La sonrisa de Greebo se hizo aún más amplia.

¡Ah! Al menos eso aún funcionaba...(...)


Estoy segura de que no vais a volver a mirar igual a vuestros gatos, y tampoco a los tios musculosos de larga melena vestidos de cuero...JAJAJAJAJA!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

la lectura de la transformación de Greebo en humano es de las mejores cosas que a una le pueden pasar, uf uf uf y reuf, y mAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH, y más uf. Mi imagen es un Yul Bryner( que algun día pondre en este haren) con parche, que de cueros ya lo he visto en alguna peli y UF!

Anónimo dijo...

Me encanta Terry Pratchet, es la caña!! En uno de los cuentos de la Dragonlance tb hay un tío oscurísimo y en apariencia malvadísimo (luego no lo es tanto)que se convierte en gato negro de vez en cuando :D:D

Anónimo dijo...

Nunca he mirado de forma inocente a los tíos morenos y musculosos vestidos de cuero....

ichihara dijo...

oye me gustaria q dieras mas detalles sobre la saga de las brujas y en q y q libros sale greebo, por cieto en hora buena tu blog es interesante...

sabes me gusta descargar los libros asi q te agradeceria mucho si me pasas los links- si es q los bajaste- o me des los nombress, me parecio fantastico e interesante.

mi correo es kain_ichihara@hotmail.com

es un gran favorsote el q te pido es q de verdad me intereso mucho lo q pusiste ne la entrada